viernes, 17 de febrero de 2017

La clásica concepción

Yo, humanista, alguien lúcido y con estudios, no podría sino considerarme entre la mediocridad de mi generación. No era de extrañar viendo quién se erige como adalid del éxito en la actualidad. No es de extrañar viendo que la superficialidad y la falta de honestidad siempre tiene premio. Somos dueños de un destino en el que la lucha de fuerzas nos hará virar y elegir bando.
Aquí cada cual tiene su propio análisis del modelo de realidad, ese es el motivo de la diferencia nominal del bautismo de los dos conceptos contrapuestos que dominan el mundo. No hay un consenso por empeñarse en la diferencia de matices, porque son los matices los que nos hacen entes pensantes. Pero si optamos a un reduccionismo simplista yo nominaré mis dos conceptos, mis dos bandos imbuidos de la fuerza de sus miembros.

Es el bando de los imbéciles, engañados por sí mismos para identificarse como inteligentes por la ausencia de sentimientos, que no de sensaciones, movidos por lo superfluo y casi vacíos. Y el bando de los honestos, movidos por una interna pasión, una honesta sensación de vida que mueve unos pasos en una sociedad estancada hecha por y para el otro bando, el de los imbéciles. Por eso cada vez hay más imbéciles, porque si quieres encajar en este mundo o eres imbécil o tratas de serlo.