¿A quién se le ocurre pasear por estas abarrotadas calles un día como hoy? Pensé un día como hoy mientras paseaba entre muchedumbre que golpeaba, aplastaba y andaba, dubitando, como preocupada.
Hay quienes parecían sonreír mientras agarraban bolsas de compras recién hechas, o quienes caminaban muy deprisa, como si estuviese nervioso por una cita. Y no solo él era el que se movía como si estuviese citado, todos emulaban a la perfección el papel del que conoce hacia donde se dirige, pero no por qué lo hace.
El caso es que mientras sonreía distraído por sentir el viento en la cara, por no necesitar más motivo para pasear que el simple placer de hacerlo, y por gustarme el paisaje que deja un domingo en el preludio del atardecer, choqué con una señora, de sonrisa efímera y carácter duro, sus bolsas se cayeron al suelo y le ayudé a recogerlas.
Con la brusquedad de quien no le gusta una situación y posee la necesidad de culpar a alguien por cualquier acto esa mujer me miró sin titubear, y habló, despegando arenosamente sus labios, sonrientes antes de chocar.
-Bueno jovencito, y tú ¿qué edad tienes?
-No lo sé -respondí sonriente a la par que le entregaba las bolsas.
Su rostro, que antes reflejaba enfado y enojo, ahora despuntaba incredulidad.
Pero las emociones no son permanentes, y su incrédula sensación pasó a mostrar miedo. Estaba asustada.
Cuando miré a mi alrededor, toda la calle callaba y como si de un espejo se tratara, retrataron la emoción que mostró la señora.
¿Cómo no puede saber su edad? se leía en sus caras ¿Cómo puede ser tan despreocupado? retumbaba su mente.
Y precisamente esa fue la sensación que terminé provocando en ellos, "preocupación".
Quizás ellos tuvieran razón, era extraño que alguien desconociese la edad que tenía.
Quizás yo tuviera razón, era extraño preocuparse por algo que no te incumbe.
Es extraño preocuparse, no no hacerlo.
Es extraño no sonreír, no hacerlo.
Es extraño buscar una excusa para hacer, en lugar de hacer por placer.